Conoce mi testimonio de abuso
Por Daniela Benítez
Yo también estuve en una relación abusiva, olvidándome de mí y viendo solo lo que el otro esperaba que fuera.
Yo también desdibujé el límite de autocuidado para cuidar a alguien más. También le creí más a la violencia disfrazada de amor que a mi propia incomodidad. También me argumenté que él era así porque estaba herido. Y también, me exigí dar y dar y dar, hasta quedarme sin nada para mí, para intentar llenar sus expectativas.
Yo también estuve en una relación abusiva, olvidándome de mí y viendo solo lo que el otro esperaba que fuera. Esta relación no tenía golpes, ni era explícitamente violenta, solo había comentarios pasivo-agresivos, hirientes o que minimizaban mi emoción, constantes críticas camufladas en chistes, manipulación argumentada en su dolor, o control ejercido bajo el argumento de “estar enfermo” o de necesitarme siempre que yo quería salir sin él. Y digo “solo” porque aunque ahora lo veo evidente, en ese momento no se parecía al molde de relación abusiva que tenía en mi mente, que básicamente se reducía a violencia física o sexual y a la agresión verbal, y por eso parecía algo menor.
Por suerte, mi amiga ya había pasado por ahí, ya se conocía ese camino y me ayudó a verlo. Estaba adelantando un proceso de terapia y fui dándome cuenta con las señales de mi cuerpo de la incomodidad y el dolor que estaba ignorando. Fui recuperando las herramientas que tenía en mí, y que creía perdidas, para creerme, para validarme y desde la autoafirmación salir.
Me adueñé de una frase de una canción de Perotá chingó: “Donde duela nunca dudes” y le agregué como conclusión: donde duela tampoco DURES.